Informa: Javier Aguiar
El estreno de ‘405’ en la sala de microteatro Arte&desmayo el pasado 25 de octubre fue a pedir de boca. Pero el mal fario se cebó en la actriz segoviana Elia Muñoz, que protagoniza la obra de Marilia Samper junto a Carlos Lorenzo, poco después de terminar la representación. Un tropiezo de regreso a su casa –«puedo asegurar que estaba sobria», asegura entre risas– dio con sus huesos en el suelo y con uno de ellos, concretamente la cabeza del radio, roto.
Una sola función y casi tres semanas de parón hasta que se encontró lo suficientemente recuperada como para volver a subirse al escenario, «aunque no estaba al cien por cien» y aún llevaba el brazo en cabestrillo.
Con todo, esta artista activa y vital ha conseguido retornar a la normalidad laboral y ahora se muestra entusiasmada con este montaje, aunque le obligue a un ritmo de vida casi frenético.
«Es una especie de ‘thriller’ psicológico con una estructura sorprendente que al final da un giro inesperado», explica de esta propuesta dirigida por Juan Manuel Gómez. El texto fue escrito en 2001 por la autora teatral hispano-brasileña Marilia Samper y galardonada en su primera puesta en escena, llevada a cabo por el Centro Andaluz de Teatro, donde dio sus primeros pasos. Samper, considerada un talento emergente, emigró a Barcelona para cursar estudios de Dramaturgia y Dirección Escénica y donde ha dirigido varias de sus obras a través del Teatre Nacional de Catalunya.
Encerrados en un hotel «La función habla –continúa Elia Muñoz– de la incapacidad de relacionarse de dos personas, un hombre y una mujer, que por circunstancias ajenas a ellos se ven obligados a compartir durante cuatro días una habitación de hotel de la que, no se sabe porqué, no pueden salir».
La obra analiza, en palabras de su autora, «el miedo que produce estar frente a otra persona. Da menos miedo no conocerse. Por eso la gente se pone excusas para protegerse de ese miedo a ser vulnerable ante otros. He querido hablar de las obsesiones que surgen en las relaciones, de la posesión…’, ha explicado Marilia Samper.
La protagonista del montaje lo define como «muy cinematográfico, porque está formado por 17 escenas cortas que recuerdan el cine negro norteamericano, en el que se van describiendo los personajes como con flashes, y donde la música ejerce de hilo conductor».
El personaje que interpreta Elia es una mujer tan anónima que ni siquiera tiene nombre, aunque su antagonista decide llamarla Ana. «Es todas las mujeres en una. Todos los papeles que se adoptan con quien tienes una relación… madre, amante, cuidadora… Asume en tan poco tiempo todas las formas que una relación de pareja presenta a lo largo de toda una vida en común», explica.
Esta intérprete que se muestra orgullosa de ser «muy segoviana» aunque su vida discurre entre Madrid y Valladolid –el Ave es casi su segundo hogar– admite que dieron con el texto buscando una obra atractiva de dos personajes que pudiera adoptarse a los medios de que dispone su humilde proyecto. Algo que, por desgracia, repiten cada vez con más frecuencia las gentes del teatro.
Sin embargo, Elia Muñoz defiende con pasión y argumentos este tipo de iniciativas. «Estos proyectos muy pequeños –afirma– pero de alta calidad son muy importantes para sostener el tejido teatral, que se está destruyendo. Se lleva el teatro a los barrios y da a mucha gente la oportunidad de acercarse a unas salas que también dan trabajo a muchas personas».
La sala Arte&desmayo, ubicada en el madrileño barrio de Arganzuela, se define como «un espacio multidisciplinar donde tienen cabida todo tipo de manifestaciones artísticas: teatro, cursos y talleres, exposiciones, proyecciones, sala de ensayos, castings, etc». Una suerte de centro comercial de las artes escénicas que se convierte en la única alternativa para muchos proyectos ajenos a los circuitos ordinarios de distribución.
«Son espacios –recuerda Elia– que viven en una especie de limbo al estar consideradas salas de exhibición y gracias a eso podemos bajar los precios para que la gente vaya a vernos». Es, de hecho, una forma tan respetable y seria como otra cualquiera de hacer teatro, viene a decir. La entrada cuesta ocho euros e incluye una consumición que puede disfrutarse tras la representación y junto a los actores.
Su visión del momento que viven las artes escénicas es crítica y realista. «El teatro se está viendo muy perjudicado pero no va a desaparecer porque, a pesar de la falta de sensibilidad de los políticos y de la crisis, somos muchas personas que trabajamos en y para él, que creamos compañías y proyectos, que amamos esto y no lo vamos a dejar. Además, estas pésimas circunstancias no van a durar siempre», señala, antes de pasar al ataque. «Otra cosa es que no haya que cambiar determinados modelos de producción, porque también estamos pagando el pato de una mala gestión. Los nacionales, por ejemplo, han invertido mucho dinero en cosas que no merecían la pena dejando de lado otras más interesantes. Ha habido mucho derroche. Tampoco entiendo que el Centro Dramático Nacional invierta tanto en un montaje que se va a quedar un mes en Madrid. No se entiende que luego no giren por España».
Para Elia Muñoz el Estado debería facilitar el acceso a los teatros a grupos y compañías que ahora mismo no lo tienen. «Para muchos de ellos es muy difícil entrar en las redes y hay grupos, por ejemplo de egresados de la Escuela de Arte Dramático, que podrían estar haciendo bolos los fines de semana con propuestas muy interesantes».
De su faceta como docente de la Escuela de Arte Dramático de Valladolid (ESADCyL) las noticias tampoco mueven al optimismo. Elia, profesora de Voz y Verso prácticamente desde la creación de centro ubicado en el Miguel Delibes, asegura que los sucesivos recortes han convertido la situación en «un auténtico desastre». De su departamento solo queda ella. Se ha incorporado una profesora de Canto tras los despidos de dos titulares. «La carga docente es brutal», denuncia y sentencia: «Si queremos hacer de la ESADCyL una escuela competitiva a nivel europeo, como se pensó cuando se creó, desde luego este no es el camino».